Viñeta de Kalvellido
Hace unos días recibí una llamada de teléfono de un amigo
del pasado.
Después de las palabras de cortesía habituales, pasamos a
preguntarnos sobre la esencia de nuestras vidas en estos años en los que cada
uno ha seguido su camino.
¿Y tú, qué tal? me
dijo
-Pues, no muy bien, no paro de recibir ostias por todos
los lados, respondí.
Ahhhhhhh, ya, pero bien, ¿no?
-No, bastante mal, tengo el cuerpo lleno de heridas.
“Bueno, Silvia, ya sabes, que todo lo que nos sucede, nos
sucede por algo” sentenció.
Le colgué el teléfono inmediatamente y me puse a pensar
en esta frase tan despiadada.
Me asaltó la imagen de familias completas sacadas a
golpes de sus propias casas y claro, según el razonamiento de este individuo,
este les sucede “por algo”, porque han sido malos, malísimos, porque han vivido
por encima de sus posibilidades, porque cualquier diosito les obsequiará con
una parcela en el paraíso de los desahuciados, en fin, que si se cruzan de
brazos descubrirán mientras se mueren de frío en la calle, esa razón poderosa
por la que los fascistas les hacen tan desgraciados.
Esencialmente me preocupa que la indiferencia tenga este
rostro confuso, esta máscara que esconde tanto desprecio hacia las injusticias
Me preocupa estar rodeada de gente que justifique el
sufrimiento ajeno con argumentos de sabiduría barata, con renglones memorizados
de los libros de autoayuda.
Me jode. Y como no soy poeta correcta, diré que no tengo
el coño para estos ruidos.
Porque esa actitud que me trasladó mi amigo por teléfono,
esa especie de resignación esperanzada que quiso contagiarme no es más que la
versión moderna de lo que los curas más reaccionarios han querido siempre que
el pueblo sienta: una culpa inmensa.
Que entonemos el mea culpa mientras nos golpeamos el
pecho con el puño, que nos dejemos hambrear porque es el peaje que debemos
pagar por no ser puros.
Y a estas alturas, que venga nadie a contarnos estas
milongas, cuando está todo tan claro y la barbarie se pasea en pelotas impune y
criminal me parece de una complicidad y ceguera tan aterradora que cruzo los dedos para que a este charlatán
y a otros muchos, se les tuerza el destino a ver si entonces dicen lo mismo.
¡BRAVO!
ResponderEliminar¡¡¡REVOLUCIÓN SOCIAL YA¡¡¡. Enhorabuena Silvia, tan penetrante como siempre. Salud y Libertad.
ResponderEliminar¿Pero tú qué amigos te echas?
ResponderEliminarMuy bueno Silvia.