No iré a la
huelga el 8 de marzo en tono festivo.
No iré con un
tambor, ni globos, ni cantaré canciones pegadizas, ni abrazaré a mis hermanas
como si fuera victoria salir a reivindicarnos.
Me tomo en
serio esto.
Los asesinatos
no me dan risa.
Las violaciones
tampoco.
La explotación
laboral no me da alegría.
La situación de
la mujer en el mundo entero me parece suficiente razón para ponerme seria y
levantar el puño, no para levantar las manos moradas.
Me dio
vergüenza ajena la exhibición de abanicos rojos en la gala de los Goya.
Me avergüenza oír
a mujeres hablar de feminismo encorsetadas en un Chanel.
Soy mujer pero
sobre todo soy mujer trabajadora.
Me importa un
pito lo que haga Arrimadas. Ella representa a una clase que es mi enemiga.
Y no deseo que
esté en mi mismo lado, ni siquiera este día. Para nada.
Iré para
recordar que aún hoy se nos golpea en casa y en la calle.
Iré para
recordar que se nos mata, que se nos acosa, que se nos humilla, que nos quitan
los hijos o nos obligan a alquilar las tripas para fabricar niños que serán de
otros sólo porque pagan al contado.
Iré para
recordar que somos la mitad y por eso mismo las más pobres del planeta, que
trabajamos por una limosna, que sostenemos nuestros hogares, que cuidamos de
nuestros enfermos, que nos tratan como objetos.
Que los
trabajos más precarios los realizan mujeres, cargando peso como mulas, en las
maquilas, en la prostitución, en el campo, en las ciudades.
No iré a
pasármelo bien.
Iré para
recordar que sin conciencia de clase el patriarcado nos gana por goleada.
Si la muerte tiene nombre de mujer, debe tenerlo también la rabia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario