Hijos del yugo y del salitre
cansados ya desde la infancia
de vivir de sus costillas.
Niños sin dios prestados a los caciques.
Postrados niños que a duras penas
arrastraban la ruina de su existencia.
Escupidos agriamente por los amos de la tierra.
Sudor y sueño el jornal,
sudor y hambre.
Niños que heredaban una vida repugnante de humillación
en todas partes.
Niños que huyeron a otro infierno a la intemperie
donde empachados de sangre murieron
de la manera menos tierna.
Niños que corrían con las pestañas calcinadas,
con las arterias abiertas,
y abiertos de par en par los ojos
y abierta desde las raíces la pena.
Niños crucificados por ser niños peregrinos
buscando la paz y el pan
que siempre les negará el fascismo.