Creo, como decía Benedetti, que los poetas
somos militantes de la vida.
Podemos elegir no mirar más allá de nuestros propios
límites y quedarnos en los claroscuros de la experiencia personal o podemos arrancarnos
a jirones las injusticias.
“Versos de fogueo” es el poemario de la
militancia, del poeta que, armado de vida, dispara a bocajarro contra la estulticia
de esta democracia.
Josef Antoni, su autor, no se queda a medias,
no utiliza eufemismos, no adorna con ropajes la realidad, la muestra en
pelotas, tal cual. Denigrante y emputecida.
Golpe a golpe, cuerpo a cuerpo, su poesía nos
enseña las pústulas de los que reciben los zarpazos.
Porque no debe callar el cantor, aunque lo
callen.
Sucede que a veces las poetas, escribimos
intuitivamente.
Guiadas por la brújula que tenemos clavada en
nuestros escritorios, derramamos poemas sin experiencia, de oídas y se caen de
nuestras manos sin haber respirado siquiera una pizca de verdad con sus pulmones
deformes.
No es el caso de “Versos de fogueo”, cada
palabra tiene el peso colosal de las voces anónimas, cada estrofa lleva a rastras
el dolor de la infamia, cada poema regurgita el asco de esta sociedad impasible
pero también y pese a todo contagia la euforia de creer que es urgente cambiar
las cosas.
Poemas escritos a pie de tajo, entre gritos,
represión, alambradas y cadenas, entre la impotencia y la esperanza, poemas del
ahora, del aquí mismo, de este instante.
Incendiarios y desesperados, los poemas de
Josef Antoni siguen la huella, husmean las heridas, cabalgan desbocados a lomos
de la solidaridad y beben al fin, deshidratados, del manantial de la utopía.
Leerlos
hace daño, duelen necesariamente. Es la vida misma.