El 3 de marzo asesinaron en Gasteiz a cinco trabajadores. A
quemarropa.
Más de cien personas heridas, muchas de ellas de gravedad.
Se paró en seco la
ciudad, los que no están acostumbrados a tener miedo lo tuvieron y sin
temblarles la voz dieron la orden de los “mil tiros”, de “la mayor paliza de la
historia”, de la masacre.
Los que luchaban pagaron con cinco vidas y la impunidad continuó
su camino hasta nuestros días.
Hoy todo sigue atado y bien atado, la clase trabajadora
desorientada, perdida en las colas del desempleo, detrás de los mostradores de
las tiendas, de las barras de bar, re -esclavizada por las ETTs, mendiga en los
comedores solidarios, desahuciada una y otra vez languidece en los barrios y en
los pueblos tragando toda esta violencia.
Inmóvil y aislada parece que no tiene fuerza para responder
a los latigazos que reciben.
Y van pasando los años y cada vez es más grande el abismo
por donde son defenestrados los emputecidos. Cada vez son más los que caen en
este empobrecimiento insostenible, donde el trabajo no da pa comer, donde el
trabajo es casi un espejismo.
En 1976, en Gasteiz,
en toda Euskal Herria, en aquel tiempo en todo el Estado español se plantó cara
a este destino fatal que quería condenarnos a la mansedumbre, a la ceguera, a
la afonía.
Hoy la condena es firme.
Sentenciada a la miseria, la clase trabajadora no reacciona
o lo hace aisladamente o se sienta a esperar que un mesías detenga los ataques.
Da tristeza pensar que tantas vidas tiroteadas por toda la geografía
hoy no nos sirvan.
Sin conciencia,
hambreados, esclavizados, aceptamos cabizbajos no salvarnos a nosotros mismos.
¿Hasta cuándo podremos resistirlo?
Gracias por recordarlo, querida Silvia, por zarandear nuestro olvido.
ResponderEliminarBesos.
Eusebio
Qué horror!!!!
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