Viñeta de Kalvellido
Con paciencia afilada voy deshuesando los días.
La piel de las horas se agrieta,
y nada cambia.
Sòlo estoy yo con las manos ensangrentadas de poemas.
Y ya no sé qué hacer con tantas arterias reventadas,
con tantas palabras lívidas,
con tanto dolor manoseado
a espaldas del poeta y del cantor,
a espaldas de la voz que se rompe volcánica,
que agrieta, rebelde,
su garganta,
que levanta la hoz, el plomo, la palabra.
Y yo no sè qué hacer, con esta muerte del verbo,
con estos látigos que silencian,
con este miedo que anula el nombre de los que caen,
el nombre de los que luchan.
La piel de las horas oscurece el porvenir,
oculta los andrajos,
narcotiza los estómagos vacíos.
Bajo un sopor de siglos mueren los mismos.
Y yo ya no sé qué hacer
con estos poemas escritos sin luz
sin agua, con frío.
Yo ya no sé qué hacer para que estos versos sombríos
partan en dos
esta atrocidad de
obligarnos a vivir siempre en el abismo.
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