La huida por la carretera de Málaga a Almería no es un
hecho que sea urgente recordar sólo por el trágico destino que tuvieron miles
de seres humanos en la guerra de España cuando el fascismo se adueñó de nuestra
tierra.
Esta masacre debería ser el punto de partida para
posicionarse contra la barbarie. Contra todas las barbaries que van dejando a
la Humanidad en carne viva.
Hoy día millones de desplazados por las bombas, por el
clima, por el terror recorren los continentes y atraviesan los mares escapando
de guerras imperiales, de guerras económicas y culturales donde la vida pierde su
valor sagrado y apenas es posible pensar en un porvenir de paz y de trigo.
Como en aquel febrero de1937 otros seres humanos caminan entre
multitudes, esquivan el disparo de quienes empuñan poderosos el fusil o mueren
a la vista de todos en océanos convertidos en cadalsos de salitre.
El neofascismo peldaño a peldaño escala posiciones y se
atrinchera con su ideología criminal en lo cotidiano.
No importan esas víctimas, no valen, no cuentan, son sólo
cifras incómodas,
cadáveres oscuros sobre arena, puñados de mártires sin fe
que se amontonan al otro lado de las vallas, de los muros, de fronteras
cerradas a cal y canto.
Ellos desafían con su presencia el peor crimen de nuestro tiempo.
Y como en la guerra de España, ante este genocidio, nos
mantenemos neutrales, quietos, indiferentes.
Somos prisioneros de unas democracias que ceden el paso a
quienes desean un mundo de esclavos y de parias, de gente condenada a morir
desde la infancia, de pueblos desnutridos y de selvas yermas.
Pero tenemos en la memoria la historia de los vencidos, de
todos aquellos que arriesgando sus vidas salieron a luchar contra el fascismo,
de todos aquellos que, con la pluma, con el cuerpo o con ambos se pusieron en
pie para defender al pueblo que moría en los paredones, en las chimeneas,
arrojados desde aviones, o masacrados en las plazas.
Su ejemplo, su coraje, su dignidad debe servirnos de
brújula para ayudarnos a llegar hasta ese otro “pueblo” diezmado que va dejando
sus nombres en caminos y ríos, perseguidos por el miedo y por el hambre.
Como en la carretera Málaga -Almería, en febrero de 1937,
hoy, septiembre de 2019, el Pueblo también huye.
Nos necesita. Ellos somos “nosotros”, es hora de ponerse en
marcha.
Es la hora de levantar el puño y la ira.