Cuando hablamos de cultura, así, a bocajarro, vienen a
nuestro imaginario museos, salas de cine abarrotadas, bailarines reputados,
escritores adorados como dioses, pintores excéntricos que adornan con sus
cuadros hogares de multimillonarios, cantantes extravagantes que deambulan por
estadios, etc., etc.… es decir, pocas veces fijamos la mirada cerca, en
nuestros mismos pueblos o barrios, en nuestras mismas calles.
Pero la cultura también la van haciendo seres humanos casi
anónimos que a contracorriente apuestan por el poder de transformación que
tiene un nuevo libro, un disco irreverente, una obra de teatro representada en
la plaza cuando la nieve cae, unos versos recitados en un bar mientras se bebe
a destajo y se canta, una canción que estremece al niño que aprende a amar bajo
su melodía suave, un cuadro pintado rabiosamente en una celda, fotografías
captadas cuando la elección es el arte o la muerte, un violinista ensayando con
las ventanas abiertas de par en par… Así infinitamente.
Trabajadores que no buscan el éxito si no que nos buscan a
nosotros para que recibamos su esfuerzo y ayudemos a cambiar el orden de las
cosas, para que seamos capaces de transformar cada porción de mundo que
habitamos.
Por eso la cultura es revolucionaria, porque se sumerge en
los dolores que nos atenazan, en las injusticias que nos atraviesan de parte a
parte, se pone del lado siempre de los más vulnerables, de quienes nada tienen y
fuerza,( con las herramientas que tiene a su alcance), a "desalambrar "el pensamiento.
El triunfo de la cultura es no dejarnos indiferentes.
Y en estos tiempos en los que se confunde cultura con
industria, cultura con consumo, cultura con imperialismo cada día es un trabajo
más difícil.
La siniestra globalización de la cultura nada tiene que ver
con la realidad que vivimos y deseamos cambiar con urgencia, nada tiene que ver
con el empeño de los barrios y de los pueblos que de manera autogestionada casi
todas las veces ofrecen a quienes quieran oír, sentir, ver, una mirada
diferente de lo que nos rodea.
Editoriales subversivas, teatros marginales, espacios
okupados, naves industriales pagadas a tocateja con cuotas de los asociados,
revistas, libros, discos, conferencias, talleres, etc., etc. cultura a destajo,
cultura que despierta, cultura que libera.
Cultura al margen, en la orilla, cultura atrincherada,
boicoteada, perseguida, cultura precarizada, emputecida.
Cultura terrorista que tiene por armas un puñado de plumas,
un puñado de ideas, un puñado de sueños alcanzables de justicia.
Desde Vallecas hasta Almería, desde La Ribera de Deusto
hasta El Raval, un archipiélago de proyectos unidos por el deseo común de
participar en la formación de una sociedad más informada y más libre.
La Asociación Cultural Octubre de Torrelavega, Cantabria, es
también un ejemplo de esto que digo.
En su manifiesto escriben: “OCTUBRE es una forma de
expresarnos colectivamente contra la cultura muerta.
Es un proyecto, un sueño, un sentimiento y una
forma de ser y actuar.”
Ocho años de trabajo avalan que sus palabras también son
hechos.
Que es posible otra forma de mirar y de crear.
Que nos necesitamos como sociedad crítica para avanzar.
La pandemia ha dinamitado la inercia de la Asociación Cultural
Octubre. Ha parado casi en seco las actividades y nos piden ayuda ahora a
través de un crowfunding, para continuar con esta utopía que es de carne y
hueso.
Hoy más que nunca urge la supervivencia de espacios donde
podamos ser libres.
Donde podamos aprender que colectivamente es más fácil
agitar las alas.
Por todo esto, pienso que si se apaga la luz de Octubre, de
una forma u otra, quedaremos un poco más en penumbra.
Será otro faro apagado entre las sombras.
Anoto el enlace para que si alguien puede y quiere haga una
aportación:
https://www.goteo.org/project/nos-vemos-en-octubre
Para saber más sobre la asociación cultural Octubre:
http://asociacionculturaloctubre.blogspot.com/
https://www.facebook.com/AsociacionCulturalOctubre