Una nariz de payaso imputada por delito de odio.
Una nariz de goma, repito.
Una nariz que pone risa a la sinrazón de la situación en
Cataluña.
Porque la carcajada, la sátira, el humor dejan en pelotas el
cadáver de la democracia, ponen seriedad a lo que viene sucediendo con nuestras
libertades.
Las urnas secuestradas a golpes no hacen gracia.
Los presos políticos no nos provocan carcajadas.
Las sentencias por escribir, cantar, tuitear, no nos hacen sonreír.
El Estado pone toda la maquinaria a trabajar a destajo, saca
brillo a los banquillos, rescata del pasado franquista leyes que ya funcionaron,
señala a los que se resisten y dispara cárcel.
Hasta los payasos le parecen imputables.
Hasta los raperos.
Hasta los periodistas.
Hasta los republicanos.
Mientras esto sucede los pensionistas están en pie de
guerra.
Las mujeres están en pie de guerra.
Los pueblos como Altsasu están en pie de guerra.
Y la monarquía con toda su corte de mamporreros tiembla, por
eso están fabricando más cadenas. Porque peligra el suelo que pisan, el dinero
que guardan, el poder que ostentan, la corrupción que lideran.
Y esto sí que da alegría.