Si para algo debe servir la memoria es para recordar no sólo
las fosas y sus muertes, también debe conservar agilidad para traer al presente
las traiciones.
Porque somos un pueblo asediado por los traidores. Existieron
en el pasado muchos impostores infiltrados
en las filas de la libertad que cuando tuvieron ocasión se arrancaron las máscaras y nos mostraron
sin pudor sus calaveras sucias.
Esto nos debe servir para interpretar la actualidad.
Cuando se aprietan las alas, cuando se pone contra las cuerdas, no sólo la ideología, también, las
palabras, los traidores, desandan sus pasos, reniegan, donde dijeron “vuela”,
empiezan a decir que no lo entendimos, empiezan a quemar sus retaguardias, sus frases
exultantes de rabia, empiezan a desvestirse y a desollar a este pueblo
que desespera.
Por eso, creo, al menos yo intento, ser cauta con aquellos
que se ponen en primera línea, con aquellos que premeditadamente hacen sus cábalas
sobre la victoria, porque corremos el riesgo de que esa victoria ya venga con
las alas mutiladas.
Es cierto, necesitamos creer, es urgente.
Pero también es cierto que la traición puede hacer
que regresemos a nuestras celdas, que
dejemos de oír las cadenas y que exhaustos nos dejemos morir mientras nos
golpean.
Es lo malo que tiene ser poeta con algo de edad en su
memoria, es lo malo de haber leído algunos libros, de haber conocido algunos intelectuales,
de haberme sentido traicionada en más de una ocasión, esto me lleva a creer en
lo posible, pero también me lleva a estar preparada por si pasa el tiempo y las
promesas se hacen ceniza y las palabras se hacen polvo.
Estoy alerta, es simple, puede llegar la medianoche y
convertirse en calabaza la carreta que nos lleva a la gloria.