A esta hora hay ruido de sables en el Sur. En el Norte los
afilan lentamente y ordenan clavarlos en la yugular de los indios.
Los militares juegan al dominó sobre la espalda de los
torturados y los evangelizadores con sus dioses blancos tiñen de miedo al pordiosero
que los escucha.
A esta hora en el sur suenan tambores de guerra, sobran
campesinos en aquellas tierras.
Apagaron las luces que iluminan la verdad, nadie quiere
alumbrar las calaveras.
Se defienden a oscuras. A pesar de su soledad, se niegan a
la mansedumbre.
Pero en el Norte, ay, en el Norte, debaten siniestros o
ingenuos si es el exilio de Evo merecido, si es la cárcel de Lula un buen
castigo, si fue el Golpe en Honduras la forma mejor de enderezar lo que estaba
torcido.
Ay, en el Norte, en la conciencia ilustrada, se empeñan en
esparcir la idea de que todo estaba mál, de que no se pudo evitar, que el
patriarcado tuvo la culpa, que hicieron truco en las urnas, pero no dicen nada
de la represión militar, no dicen nada de los asesinados, ni encarcelados, ni
desaparecidos, ni mutilados.
Ay, en el Norte, en el Norte del pensamiento hay sureños que
callan o aplauden lo que está sucediendo.