Miraremos para
atrás para saber cuáles fueron las renuncias que hicimos a lo largo de la vida,
para reconocer las
fronteras que se alzaron sin ser derribadas con nuestra fuerza,
para abrir de
par en par las puertas donde quedaron los amigos con sus memorias torturadas,
para dormir el
sueño quieto de quienes no pudieron soñar porque antes los mataron.
Miraremos para
atrás como si fuera demasiado tarde para cambiar las cosas,
como si
estuviese demasiado lejana la razón que nos nombró “humanos”,
como si apenas
pudiéramos ser algo más que este despojo de excusas, relojes y egoísmo,
como si el
porvenir viniera de rodillas y atrás sólo quedaran huesos y cenizas y lo hubiésemos
aceptado como una terrible profecía,
como si no
mereciéramos tararear el estribillo de canciones triunfales en medio de la
risa.
Miraremos para
atrás,
allá donde
siempre las banderas ondearon a media asta,
donde el plomo deshizo
el amor con sus blasfemias marciales,
donde debilitaron
la voz y cortaron las manos,
donde cayeron
sin piedad por habernos callado.
Miraremos para
atrás,
y entonces
sabremos que no fue suficiente lo que hicimos
para detener a
lo que desoyen los gritos y crucifican a la humanidad y a los cisnes
en nombre de
mercaderes que postran los deseos de ser libres.
Miraremos para
atrás
pero llegaremos
tarde
sólo quedará un
desierto de sangre
y victimas sin
nombre
que escriben la
historia de los nadies.
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