Quieren ser soldados de un ejército en una guerra nueva que
ya se estrenó en el pasado.
No les bastará con salir en manada arropados por una bandera
que los lleva a la sicosis, no les bastará con llenar sus casas de rifles y
escopetas y reuniones hasta el alba donde el odio se preña de razones: la culpa es del emigrante o de las mujeres o de la izquierda.
Quieren ser soldados, quieren ser algo más que ese puñado de
bestias saliendo a la caza del cómico o de los homosexuales que se besan.
Quieren de una vez que el miedo nos obligue a quedarnos en
casa mientras ellos callejean a sus anchas y defienden con sus minúsculos
cráneos la patria.
Quieren ser como los otros que se amontonan en las fronteras
para disparar a todo aquel que se acerca.
Quieren ser un ejército y necesitan la guerra, se la
inventan, nacieron para ser soldados, son carne sin conciencia.
Y cada vez son más los que esperan ser llamados a filas,
cada vez son más los que desean recibir la orden de atacar sin reservas.
Cada vez son más.
Desde EEUU hasta Europa, desde Brasil hasta Arabia Saudí aúnan
fuerzas, avanzan y se repliegan, ni una sola derrota y si se lo permitimos, la
victoria.
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