viernes, 23 de noviembre de 2018

La publicidad



Habrá que preguntarse por qué a las alimañas fascistas se las trata en los medios de comunicación como algo residual, anecdótico, casi folclórico.
Los vemos desfilar ante las cámaras con sus banderas, con su merchandising; viejas temblorosas con el brazo alzado, jóvenes matones y descerebrados, mujeres que se toman el café diario en bares donde guardan con nostalgia las balas que no fueron usadas, misas por el genocida, curas que  desabrochan su bragueta mientras dan vivas a Franco, tertulianos que echan leña al fuego con sus odios viscerales, desfiles por las calles, insultos, golpizas, vía libre en las redes sociales y los medios de comunicación casi ríen con sus amenazas, con sus gracias, con su estética cañí y su todo por la patria.
No quieren hacerse cargo de esta realidad que tenemos entre las manos. El trato que les dan favorece que salgan de las madrigueras, los alimenta, los hace crecer, consigue que se reproduzcan sus ideas.
Ahora mismo se están organizando contra todo aquel que quiera romper España, contra todo aquel que no sea facha, contra los extranjeros más pobres, contra los políticos y las mujeres libres, contra los homosexuales, contra ti y contra mí, contra todas las que estamos en esta trinchera exigiendo una democracia de veras.
Mientras escribo estas letras seguro que en alguna cadena de televisión hay un micrófono buscando al fascista que quiera hablar sobre los huesos del asesino, sobre El valle de los caídos, sobre lo mal que está España desde que llegó la “izquierda”. Si les tiran de la lengua dirán que están con ganas de salir a cazar.  Y tranquilamente después darán paso a publicidad.
  

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