domingo, 11 de marzo de 2018

Mujeres semilla



A partir del año 2001, en un barrio llamado Ituzaingó de Córdoba, Argentina, a las mujeres se les caían los hijos de los vientres, nacían con malformaciones, se les enfermaban de leucemia o se les morían por tumores.
No sólo los hijos, también los padres.
Aquel paisaje desolador donde los niños por decenas jugaban enfermos en las plazas y las madres los cuidaban con sus cabezas calvas no era producto de un conjuro malicioso, fueron las fumigaciones con glifosato las que lo provocaron gota a gota.
A las madres de Ituzaingó las empezaron a llamar locas porque fueron casa por casa registrando a cada persona enferma, fueron nombre a nombre escribiendo en un listado enorme lo que sucedía a un paso de las plantaciones de soja.
 Porque hasta el agua estaba contaminada, hasta el aire y la tierra y hasta los embarazos.
Las llamaban locas porque a pesar del dolor que sentían tenían fuerza para salir a la calle a buscar quien las escuchara, quien las mirara a los ojos, quien las acompañara en esta lucha que emprendieron hace más de una década.
Las llamaban locas porque siempre nos han llamado locas a las mujeres.
Porque nuestra locura es pertinaz y valiente y revienta el silencio de los cómplices.
Las llamaban locas, porque sí, porque en estos tiempos buscar justicia es la mayor de las locuras.
Las llamaban locas y ganaron. Hubo una sentencia que les dio la razón.
Pero no quisieron gritar su victoria, querían ya cambiar el mundo.
Y eso ya es otra historia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario