Ellas no cantan. No se mezcla su voz con las balas. Ni un
blues. Nada.
Sólo salen a buscar a sus hijos cuando oyen disparos desde
sus casas.
Sólo salen a seguir el rastro de la sangre, las huellas de
los disparos, los gritos de quienes han visto que de nuevo alguien ha sido
acribillado.
Porque matan a sus hijos por la espalda, porque los matan cuando
duermen en las plazas, porque los matan por si esas sombras llevan navajas.
Y entonces ellas, descalzas
porque son pobres, oscuras porque son negras, partidas en dos mitades porque
son mujeres se llenan de pena y de rabia.
Y se juntan unas pocas con sus negras orfandades para
decirse que los asesinos aún patrullan las calles.
Para comprender un mundo que las parió para ser nadies.
Y estas mujeres, un puñado de mujeres enlutadas, se juntan
para preguntarse porqué su color de piel es presagio de muertes tempranas.
Porqué tras las rejas
hay negros hombres de raza, porqué su historia no aparece en los libros que los
niños aprenden con sus caritas claras.
Y ya no están las mujeres del Black Panther Party mostrando
sus armas en Harlem, Oakland o Baltimore. Ya no están aquellas mujeres que
hicieron temblar los cimientos de un país que las quería calladas y esclavas
Apenas un puñado de mujeres huérfanas, llegan a la Casa
Blanca, nadie las recibe.
La policía las apunta, no tienen miedo. Sólo sienten
nostalgia.
"En el mercado libre es natural la victoria del fuerte y legítima la aniquilación del débil. Así se eleva el racismo a la categoría de doctrina económica." Eduardo Galeano
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