Viñeta de Kalvellido
Yo nunca he tenido mucha confianza a la palabra
esperanza. La utilizo en mis versos pero
me escuece un poco leerla.
No soy pesimista, todo lo contrario, estoy segura de que los que estamos en el fondo, en lo oscuro, conseguiremos, tarde o temprano desalojar del
poder a quienes nos saquean y nos condenan sin inmutarse a esta vida de
violencia.
Sería imposible continuar escribiendo de no tener la
certeza de que un lugar mejor está naciendo.
Estoy convencida de esto, pero también sé que el peaje
que pagaremos por recorrer eses camino de libertad será muy alto.
Dejará mucha piel en las cunetas porque nada se va a
conseguir si no es por la fuerza.
El camino lo trazó
la historia. Con sus errores nos cuenta que si no vamos juntos, no somos nada.
Millones de personas no son nada si no ven con claridad el horizonte sin la
bestia.
Por eso no me gusta mucho la palabra esperanza, porque tiene
en su vientre, otra palabra que es una trampa: esperar.
Y los que esperan no se mueven, no se ponen a andar,
simplemente se dejan mecer por el tiempo hasta que todo acaba. Hasta que llega
una limosna o la horca.
Ya se empieza a mover la realidad, le crujen los huesos,
las ideas.
Ya no puede estarse quieta, démosle conciencias para que
no se entretenga con la esperanza inútil de los que gobiernan.
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