Viñeta de Kalvellido
Se echan las manos a la cabeza porque ven desmoronarse el
estado de bienestar.
Lo hacen políticos e intelectuales, como si de pronto se
les hubiese pegado en la piel esta revelación.
Y a mí que ni soy política ni intelectual me asombra
verlos inquietos, señalando con su dedo acusador a unos culpables que por
supuesto nunca son ellos.
Y es que a mí las frases hechas, voceadas en los artículos
y en los parlamentos siempre me dan què pensar.
Sobre todo porque no entiendo a qué se refieren, no
comprendo porqué andaban silenciosos ayer y hoy asaltan la realidad con su
palabra indignada.
No entiendo estas cegueras voluntarias, estas sorderas
apalabradas, estos guiños cínicos.
Digo esto porque cualquiera puede darse cuenta de que
desbrozaron el camino del fascismo esos mismos que hoy se enervan.
Meticulosamente favorecieron la descomposición de la
conciencia de clase. Y a todo aquel que levantaba el puño lo enviaron a galeras
mientras los biempensantes hacìan
globos con su chicle.
Enterraron la memoria tan hondamente que perdieron los
mapas donde fueron sepultados los cadáveres.
Miraron con desprecio las banderas, las ideas
emancipadoras y sintieron alergia por las luchas que reclamaban pan o patria.
Y así las cosas, paso a paso, año tras año.
Hoy se agarran los pelos, hacen como que estrenan la
mirada, levantan la voz para que se les oiga entre los alaridos del hambre y de
la rabia, hablan de la república, rememoran a alguno de los torturados, exigen
salud, techo, abrigo pero en esencia, mueven mucho los labios pero no apuestan
por desenvainar el coraje.
Estos seres tan correctos miran los dedos para no ver la
luna:
El estado de bienestar siempre fue una fábula.
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