Estos días la violencia contra las mujeres está en el
discurso de casi todos.
La mayoría nos escandalizamos con los asesinatos, con los
golpes, con los insultos, con los desprecios.
Las violaciones están en la boca de todos, el “no es no” se
prodiga por internet. Juana estuvo en la casa de muchos de nosotros y muchos
conocemos o hemos vivido en primera persona, la violencia del macho contra la
esposa, madre, hermana o compañera.
Es decir, defendemos lo correcto, sentimos empatía,
difundimos videos… El color morado nos viste, adorna o maquilla.
Yo tengo la sensación de que los machistas son como los
fachas. Aguantan su impostura con lacitos y proclamas, pero si se les lleva la
contraria sacan la lengua e insultan. Llaman feas a las mujeres que no hacen la
política que les gusta, amenazan a las que señalan sus comportamientos infames
de caverna, hablan en nuestro nombre, babean si ven tetas gordas, desprecian a
las que son viejas.
Los machistas que se dicen feministas van a las manifestaciones
llevando camisetas que dicen “yo te creo”, “fuck patriarcado” o “contra el mal
general feminismo radical”, pero intramuros el pelo en pecho y los cojones ocupan
su sitio. Ellos leen y ellas friegan.
Como los demócratas que piensan que con Franco vivían
mejor, los feministas impostores saben que con el machismo viven sus vidas
mejor.
Y por supuesto no están dispuestos a hacer nuestra revolución.
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