Las leyes se dictan pa que los emputecidos se queden
quietos, pa que sean esclavos, pa que estén callados y bien atados.
No es algo nuevo, es tan viejo como el tiempo.
Tan viejo como que los libres siempre terminan presos.
Los jodidos crecen, se multiplican, por eso urge dictar
nuevas leyes que blinden los privilegios de los
que nos gobiernan. Manejan a su antojo la justicia.
Como un trozo de tela, con tijeras, van dando forma hasta que de ella queda una mordaza a prueba de la
multitud que se queja y se rebela.
Y así las cosas, nos encontraremos en la calle con una
camisa de fuerza para que no alcemos el puño, para que no pensemos más allá de
su siniestra fábrica de ideas.
Y así las cosas, ellos, los amos, con el pueblo quieto, podrán perpetuar el saqueo
hasta que de nosotros sólo quede el
tenue rumiar de la mansedumbre.
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