Los fascistas de nuevo han matado.
Matan tanto que esta debe ser una muesca más en sus revólveres, otro brindis cara al sol.
Salen impunes porque son fieras apadrinadas por quienes
nos gobiernan.
Les tengo miedo, claro, me aterran.
Pero también dejo de tenerlo cuando les veo la cara.
Les odio, claro, cómo no voy a odiar a unas bestias que
tienen a la muerte como forma de vida.
La muerte, la muerte, la muerte.
Me dan asco, claro, me asquean.
Pienso que cuando
salen de batida esperan que claudiquemos ante sus embestidas, pero por todos
los que ya han caído, por cada golpe o gota de sangre, por el pasado impune,
por el presente de nausea, por tantos nombres, tantos, tantos, es preciso
obligarles a que desanden los pasos hasta su guarida de mierda.
Y que entre ellos
se muerdan.
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