El miedo a no hacer historia debería ponernos de acuerdo.
Las embestidas a la clase trabajadora siempre son feroces,
pero en estos últimos años nos han dado ostias por todos los lados y salvo
casos excepcionales, ponemos la otra mejilla pa ir rápido del nuevo al trabajo
o al paro.
Y no es que no tengamos espejo donde mirarnos, todo lo
contrario.
Hay mucho trabajo por hacer, los hambreados ni siquiera
saben que lo son, los trabajadores ni siquiera saben que lo son, los derechos
han sido arrancados y parece como que no se echan de menos aquello tiempos
donde la fuerza sindical mantenía a raya a los dueños de nuestro tiempo y de
nuestros brazos.
Mañana, seguro, otro hombre se abrasará con gasolina a la
puerta de un ministerio, otra mujer se arrojará por la ventana pa no verse
sobremuriendo en la calle, otros niños mirarán el pan de otros y pensarán que
la mala suerte hizo que nacieran en el lugar equivocado, otros jóvenes
marcharán lejos sin la esperanza de un regreso, otros viejos se dejarán morir porque
no hay con qué pagarse las boticas, la luz, el agua.
Otros hombres y mujeres trabajarán por unas horas o trabajarán
jornadas interminables o vivirán la incertidumbre de los despidos fulminantes,
de las condiciones infrahumanas, del “cállate” que hay muchos esperando pero aún
hoy se vive todo esto como males individuales que azotan puerta a puerta.
Creo que no todo está perdido, es verdad, lo decía al
principio, hay mucho trabajo por hacer, mucha alienación por destruir y no
valen lamentos a esta hora.
Es tiempo de construir, poco a poco, hombro con hombro,
tenazmente, sin dejarnos embaucar una vez más por los cantos de sirena, amarrémonos
fuertemente al mástil de la conciencia. Cada emigrante, cada desempleado, cada
trabajadora doméstica, cada poeta, o panadero, o repartidor de propaganda o
vendedora de claveles por la calle, cada maestro o autónomo o estudiante, cada
uno de ellos, de nosotros, tiene la llave que abre la puerta de la victoria y
la llave que cierra la puerta de la explotación y de la pobreza.
Hay mucho en juego, empecemos.
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