¿A quién importan?
¿A quièn importan las
aulas vacías, las sumas que restan,
los niños puteados porque no tienen con qué pagarse unos libros?
Silencio.
No mueren, los matan.
Los matan mil veces,
su objetivo también es
que tenga miedo la infancia a acercarse a quienes dan semillas a cambio de
muerte.
Pero decidme, ¿a quièn importan a esta hora?
¿Acaso el mundo se estremece?
Y yo una vez fui niña y fui a la escuela más o menos alegre.
Con todos mis libros
y un montón de papeles.
A mis maestros no los mataba nadie, tan solo su hastío, su
terrible mansedumbre, su alergia a los juegos y a los renglones torcidos.
Mis maestros no fueron
ejemplo de nada,
ni una barricada, sòlo crucifijos,
ni una asamblea, sòlo castigos,
ni una pizca de empatía, sólo banderas y patria rojigualda.
Pero en México los matan porque sirven.
Porque no quieren que las escuelas sean lugares donde no
quepan los pobres.
Yo pienso a esta hora
en mis maestros,
en si alguna vez se limpiaron la babosa indiferencia,
en si son capaces de mirarse en el espejo de Oaxaca
para ver que la mejor lección que se enseña es la dignidad y
que por ella hay maestros que mueren.
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