miércoles, 30 de marzo de 2016

Palestina 30 marzo 2016

Un mundo que contempla a niños tiroteados, esposados, encarcelados  y no parpadea es un mundo que avergüenza.
Pero si además justifica a los asesinos  y los premia con la compasión y los negocios es un mundo rematadamente enfermo.
Digo esto porque en Palestina cae la infancia asesinada. Sin culpa ni remordimiento, les dan diariamente el tiro de gracia.
Sin embargo cae un niño blanco, uno cualquiera, en su blanca calle, con sus zapatillas blancas, con su pelo claro y su piel de nácar  el mundo, entonces, alza la voz, contundente, demoledora, atávica y exige no justicia, venganza.
Lo de siempre, muertos de primera.
Los sicarios caminan firmes, no les pesan los muertos que arrastran.
La historia les absuelve, les absuelven los medios de propaganda, les absuelve la sociedad y sigue el carrusel con sus matanzas.
Nada valen, nada pesan en las conciencias, son habitantes menudos en un infierno donde el delito es sobrevivir lanzando piedras contra las bestias.


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