Viñeta de Kalvellido
Reestrenar la vida cada mañana es descorazonador.
Nos disparan constantemente a las piernas, a las manos, a la nuca, a la espalda y no nos rematan porque aún les hacemos falta.
Los tiros son exactos, certeros, limpios.
Nos dejan heridos, mortalmente, sin poder creer en nada, ni a la derecha, ni a la izquierda, ni en la justicia, ni en la libertad, ni en la democracia, en nada.
Corrupciones antiguas, sobornos, estafas, saqueos puestos hoy sobre la mesa, delatan que más allá de ser delitos realizados por canallas, hay un interés sombrío por convertirnos en descreídos, en maquinarias sin fuerza para enfrentarse a la bestia. En náufragos a la deriva en una sociedad en la que el que cree en algo o en alguien es o tonto o terrorista.
Por supuesto, la ingenuidad no puede servirnos como arma en este mundo de matones y piratas.
Pero tampoco es momento de hincarse de rodillas, ni de dejarse llevar por la corriente, ni es momento de rendirse ante este planificado y metódico desastre donde los valores fueron los primeros desahuciados.
Es una pelea inmensa la que nos espera, reconstruir a las personas que perdieron las ganas, que tienen miedo, que viven crucificados por la desesperanza.
Será difícil llenar las entrañas de ideas que no han sido emputecidas, violadas, masacradas.
Será difícil reinventarlas, pero no hay nada imposible.
La intención es que nos rindamos, cansados, hartos, para, uno a uno, en solitario, comprarnos como esclavos. ¿Vamos a dejarnos?
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