Viñeta de Kalvellido
Yo no sé mirar la realidad de rodillas.
Miro de frente su horror de pueblo desarmado.
Y me lamento,
un lamento tras otro.
Por cada conciencia que no se levanta,
por cada piel que no dice basta,
por cada bandera y piedra,
por cada idea y queja,
por cada mordisco,
guiño,
pellizco,
por cada renglón no escrito
maldigo esta mala suerte de penar sin sables,
de llorar a solas,
de morir viviendo en calles llenas de hambre.
Y me alegro, es cierto,
me alegro cuando veo ríos de hombres y de mujeres
atravesar el silencio para detener las masacres,
para frenar la paz que deja cadáveres,
para servir de ejemplo a los empiezan a armarse con dignidad y coraje.
Y canto, es cierto,
también canto cuando miro sus manos
empapadas de vida, goteando utopía.
Y entonces, señores,
comprendo que habrá un día, seguro,
en el que este holocausto terrible
llenará su muerte con los caudillos
que nos arrancaron de cuajo
el pan y el abrigo.
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