Estos días parece que miramos a Bolivia como si no pudiera
sucedernos lo mismo: un golpe de Estado, un “por mis cojones” en el parlamento,
un “todos al suelo”.
Pero esto es algo que debió de preverse allá cuando el
dictador murió y se dejó todo como estaba para no irritar a los que hasta ese
momento habían hecho del asesinato una forma de vida y del saqueo otra.
Y es que nunca se democratizó el ejército, ni la guardia
civil, no se democratizó nada y han continuado viviendo aislados con idéntica
ideología fascista, pasando el testigo de unas generaciones a otras.
Y es que todo se hizo mal para llegar a este punto en el
que hoy estamos, es decir, con el parlamento lleno de neofascistas incluidos 4
militares de alto rango. De momento.
Estremece pensarlo.
Estremece saber que sólo ellos tienen armas.
Y nosotros, los que aún y a pesar de todos creemos en la
democracia vemos el progresivo aumento de las agresiones homófobas, misóginas,
raciales y sabemos que si se ponen feas las cosas los cuarteles serán fieles a
su voto y encañonarán al pueblo a la orden de sus generales.
Igual que en Bolivia, pero en Europa.
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