Yo no creo en ellos, sólo creo en nosotros.
Creo en nuestra fuerza, en nuestro poder, en nuestras
razones.
Si no creyera en nuestro canto daría por vencida la vida.
Porque a lo único que podemos aferrarnos es a quienes
siguen luchando como archipiélagos perdidos en el mar de la indiferencia.
Creo en las luchas lentas, lentas como siglos y en las que
estallan de pronto en las calles porque ya no podían aguantar más su hambre.
Creo en el pueblo, en casi todos los pueblos, en los que
gritan y en los que están callados aguardando el fósforo que encienda su
conciencia.
Creo en la desobediencia porque quien desobedece cada día
es más libre
Creo que la violencia nace en un solo lado y cuando la
enfrentamos con palos y piedras es a nosotros a quienes llaman mercenarios.
Creo en la ternura que nos une cuando urge ponerse en pie
para defender a los más vulnerables.
Creo en nuestra paz sin tregua, en nuestra paz sin sed, en
nuestra paz de pan, de libros, de jornales dignos.
Creo en nosotros, hombres y mujeres de colores distintos,
de lenguas distintas, de religiones y ateísmo. Creo en nosotros de humanas
riquezas, de empatía bárbara, de solidaridad extrema.
Tengo fe sólo en nosotros mismos.
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