No es momento de llorar a solas con la esperanza hecha
trizas.
Se acercan tiempos demasiado difíciles, no malos tiempos
que llegarán mañana, ni la próxima primavera.
Se irán colando los días aciagos durante años o quién sabe,
décadas.
Hablo de malos tiempos porque hablo de neofascismo.
No hablo de España, ni siquiera hablo de Europa, hablo del
mundo.
Por donde quiera que miremos asoma una realidad de
escalofrío: indígenas atropellados por
multinacionales, estudiantes acribillados por militares en democracia, golpes
de estado orquestados por los imperios, miles de seres humanos errantes por
desiertos, en océanos, en selvas sin ser auxiliados.
Mientras esto sucede y vivir se va convirtiendo en un privilegio
la ideología más criminal suma fieles a su causa.
Escala peldaños.
Asciende al cielo de los medios de comunicación como si
fueran santos.
De nuevo están triunfando.
Y por eso insisto: no es momento de arrancarnos los
nudillos a mordiscos, no es momento de darse golpes en el pecho por lo que no
hicimos o hicimos mal.
El hecho es que ya están de nuevo en las calles de
Santiago, de Madrid, de Houston, de Atenas o Marsella.
Con el pecho al descubierto o de tiernos liberales, cantan
su victoria.
Y a nosotros no nos queda otra que airear la memoria,
fundir las rabias y plantar cara a esta realidad que se quiere imponer de
aporofobia y odio contra los que soñamos con unas democracias auténticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario