El Club de los poetas rojos
ha hecho de la lectura de poesía una manera de ir sembrando conciencia.
Sus voces curtidas, sus luchas incesantes, sus geografías dispersas nos invitan
a creer que aún todo es posible.
Su trabajo es delicado, contundente, generoso.
Poesía de carne y
hueso.
Lectores voraces que husmean la actualidad poética, que recuperan
a mujeres republicanas que escribieron,
a hombre que dieron la talla con sus versos y fueron tiroteados, a gente
levantada en pie de paz con sólo sus estrofas por bandera.
Escuchamos, gracias a ellos, a Hernández, León Felipe, Ángela
Figuera, Gloria Fuertes, Alberti, Celaya, BLas de Otero, pero también a poetas
que se empeñan ahora mismo en construir utopía a golpe de versos: Antonio
Orihuela, Sofía Castañón, Rafael Calero, Enrique Falcón, Scotta, Marisa Peña y
ese largo etcétera de escribidores obstinados en crear poemas que agiten, que no
distraigan.
Lectura tras lectura,
en plazas, casas okupadas, bibliotecas, van llenando el silencio con palabras
que se clavan y no se olvidan.
La poesía no es nada si no hay quien haga de ella canción, llanto o
carcajada.
La poesía no es nada si no hay quien la ponga a vivir al
lado de los que callan.
El club de los poetas rojos la acerca, la convirte en
estribillo, la limpia de clasismo.
Sudor, piel y poemas en sus venas, así hasta la victoria.
"La poesía no es nada si no hay quien la ponga a vivir al lado de los que callan."
ResponderEliminarHasta la Victoria siempre!!!
Querida Silvia, gracias por incluirme en ese club (espero que nada exclusivo) de poetas rojos, en el que, por supuesto, tú y tus versos afilados y rebosantes de humanidad, ocupáiss un lugar preeminente. Salud y poesia. La lucha continúa.
ResponderEliminar