miércoles, 25 de febrero de 2015

Seamos sinceros


Seamos sinceros, la crisis no es un huracán que pasa y deja todo desolado donde a veces es posible reconstruir lo que una vez hubo.
Las crisis que padecen los países de uno y otro lado, son la excusa de la explotación, de la sumisión, del robo descarnado de las  soberanías.
De todas las soberanías.
La crisis no va a desparecer de repente, como por arte de birlibirloque, es la médula, el latido primitivo del capitalismo.
Y si creemos que  alguien, quien sea, nos va a sacar de ella, que va a dar un golpe de timón y va a poner en primer lugar de su agenda las necesidades más urgentes, el pan, el techo y el abrigo, estaremos dejando que una vez más hagan con nuestra piel, nuestros propios látigos.
 Pienso en el legado de miseria que vamos a dejar a los niños si no lo evitamos de manera contundente  ahora mismo.
Pienso en el mañana y en el paisaje espantoso en el que estaremos si no lo evitamos de manera contundente ahora mismo.
Pienso en la salud y en ver morir a la gente de enfermedades curables.
Pienso en el futuro y en los libros y en el pensamiento que será sólo para unos pocos que puedan comprar esto como un privilegio.
Nadie nos salvará, no nos engañemos.
La cuestión es si vamos a ceder el puño y la palabra, si vamos a permitir que continúe esta utilización del ser humano como objeto, como máquina, como mano de obra barata o como sudario mientras hablan en nuestro nombre y dejan democráticamente que se enriquezcan los mismos.

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