Las deudas nos
doblegan.
En su nombre se puede matar de hambre o de guerra.
En su nombre dejan a los niños durmiendo a la intemperie.
En su nombre agonizan los enfermos y los trabajadores,
trabajan a destajo casi de balde.
En su nombre es posible arrodillar a los países más
indomables.
Todo es posible si las
deudas crecen.
Podemos pagarlas a tocateja, lo que nos pidan, gota a gota, casa a casa, vida a vida.
Pero el futuro estará sepultado porque el endeudamiento es la cadena con la
que atan a los pueblos para que sean esclavos.
Habrá quien diga que
se pueden negociar, entonces serán menos gruesas pero igualmente siniestras
Habrá quien diga, que se puede decidir los eslabones que
tengan, mayor o menor longitud, pero seguirán
siendo cadenas.
Habrá quien diga que podemos elegir si son de hierro, de
acero o de oro. Que podemos elegir llevarlas en los pies, en la cintura, en el cuello,
en los brazos o en las banderas pero seguirán siendo cadenas.
La única solución es romperlas.
Curarnos las heridas
que dejan y aprender a vivir sin miedo a moverse libres de ellas.
Sin miedo a los acreedores, sólo son demòcratas feudales.
Sin miedo a plantar cara a esta servidumbre que anula
nuestra humanidad y nos convierte en bestias.
De la UE criminal hay que irse. La deuda camorrista no hay que pagarla. La pobreza hay que combatirla redistribuyendo radicalmente la riqueza...
ResponderEliminarTus versos son puños revolucionarios, necesarios, libres... Un placer leerte
Salud!
Deudas ajenas. Así es es este sistema perverso, los beneficios de la especulación y el tráfico de armas, personas, etc. se mantienen en el ámbito exclusivo de lo privado, y las deudas de cuatro manirrotos de mierda se anotan en el debe de lo público, del pueblo ese al que llaman sabio y soberano.
ResponderEliminarBesos, Silvia.