Viñeta de Kalvellido
Dicen que no puedo decir que hay muertes que me resultan indiferentes,
que si lo digo, no soy solidaria, que apesta mi violencia, que me coloco por
escribirlo en ese lugar peligroso y perseguido donde es posible el golpe, el
insulto o el presidio.
Dicen que debo cerrar la boca, tragarme la lengua, enjaular
las ideas y seguir la vida como si nada.
Pero no puedo.
Dicen también que cualquier cosa que se diga es
enaltecimiento del terrorismo, bien si cantas, bien si haces poemas, bien si aúllas
a contraviento en este mar de indiferencia o si te expresas tal cual te
revienta la rabia.
Dicen todo esto para sitiarnos uno a uno en un coto de silencio,
donde el miedo a pensar es la cuerda que nos ahorca.
Dicen todo esto algunos de los que se dedican a escribir o
que les gusta que les llamen intelectuales o pensadores o lo que es peor,
librepensadores.
Y lo expresan allá
donde pueden, sabiendo que la palabra es su materia prima y que la voz que disiente
hoy más que nunca peligra y lo dicen para no desafinar en esta canción tenebrosa
que acorrala la palabra, su palabra, nuestra palabra.
En fin, da vergüenza estos
días ver a alguna gente del oficio
temblando al escribir, titubeando al hablar, agachando la cabeza.
Balbuceando mansas proclamas pacíficas, cerrando los ojos, participando, cómplices, del escarnio al que
son sometidos aquellos que sí quieren ser libres.
Claro, deberías soltar hipocresías, hacer lo correcto, por mucho que apeste; portarte de etiqueta en este banquete donde la miseria y la farsa son los platos principales.
ResponderEliminarPero si haces eso, si un día te sientas siquiera a esa mesa, tú no serías poeta de la rabia.
Así que prefiero que les tires por encima la sopera y que se escalden.
Muy bueno Silvia.
Agachar la cabeza nunca, Silvia!!! Se te quiere mucho, que lo sepas!!!
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