Viñeta de Kalvellido
El 12 de enero, otra vez, una vez más, en Bilbao, se escuchará
un solo grito.
Un grito agrio, desde las entrañas, que quiebra la
sinrazón y recuerda a los que viven entre
rejas, repudiados por una justicia autista que mueve los hombros y clava sus
uñas sucias en el tuétano de un pueblo que ni es sordo ni manco, ni está
afónico. El 12 de enero, un solo abrazo como un nudo inmenso, un solo puño como un monte de piedra, un sólo numero que cuenta los corazones presos.
La sed es larga pero nuestras lenguas no están fatigadas, no se agotarán los labios de repetir sus nombres hasta que estén en casa al lado de nuestros huesos y esperanzas.
Los queremos, aquí y ahora, sin ruegos, sin concesiones.
Los queremos cerca, sanos, sin cadenas perpetuas.
Porque no pensamos darnos por vencidos.
Porque nadie ni nada puede contra un pueblo que sale a la calle con su razón, con su coraje.
Con su verdad completa.
Con sus alas desafiantes,
con su voz irredenta, gritando un sólo número:
el de los prisioneros políticos vascos, el 607.
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