Viñeta de Kalvellido
Las palabras, como si se hubieran quedado sin piernas, arrastran por el fango sus muñones.
Huecas y deformes deslizan su panza entre ciénagas. Se detienen para tomar aire, para seguir el paso, para continuar diciendo pero están afónicas y no se les oye.
¿Qué hacer para rescatarlas?, ¿para sanar las llagas que la realidad les causa?
¿Cómo despiojarlas?
¿Cómo conseguir que caminen de nuevo?
¿Cómo lograr que hagan ruido?,
¿Cómo devolverles la voz?,
¿Cómo ayudarlas?, ¿cómo desterrar los eufemismos, los burdos maquillajes?
¿Dónde encontrar el jabón que las limpie, que las sane?,
¿Cómo hacer para castigar la perversión a la que son sometidas?,
¿Cómo recuperar sus significados más exactos?,
¿Cómo impedir el linchamiento al que son sometidas, el despojamiento de sus verdades, la magia de saber llamar a las cosas por su nombre?
¿Cómo hacer para llamar injusticia a la injusticia y abarcar con esta palabra todo el horror, toda la impunidad, todìsimos los crímenes?
¿Cómo hacer esto? ¿Cómo hacer para no dejarlas morir en medio de esta barbarie?
Sus huellas dactilares nos cuentan que nunca tuvieron un sólo paraíso, que aprendieron a resistir, en el fango y en los desiertos, que fueron secuestradas, que caminaron por la historia sin bajar la voz, que su desafío fue siempre contar y cantar a un mismo tiempo.
Entonces, vayamos a buscarlas, saquémoslas de la ciénaga, pongámoslas en todas nuestras bocas, preparemos nuestras caligrafías para que narren, para que señalen, no dejemos que continúen en tierra de nadie, sin piernas que hagan camino, sin voces que hagan canciones, sin sueños que sueñen utopías.
Es hora de rescatarlas.
Sin ellas, no somos nada.
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