El 23 de julio de 1936 Queipo del Llano dijo en Radio Sevilla: “Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecían, ¿no han estado jugando con el amor libre? Ahora por lo menos sabrán que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen.”
Huyeron muchas pero otras muchas se quedaron
en sus casas proletarias,
en sus humildes alcobas,
con sus cucharas vacías y las ventanas cerradas.
A oscuras para que no se viera la vida
porque la crueldad husmeaba cada una de las rendijas.
Se quedaron en sus casas respirando en voz muy baja
porque ebrios de patria y de victorias querían también el triunfo de reventarlas.
Se quedaron en sus casas, no huyeron,
pensaron que la mala suerte quizá las esquivaría
pero la suerte nada sabe de vísceras y de lascivia.
Los vieron entrar en sus portales,
escucharon pasos acercándose con prisa,
el aliento se detuvo,
la guerra se ensañaría con sus pechos y sus vaginas
y, antes muertas que violadas,
se tiraron por la ventana.
Un instante, eso fue todo,
Un instante.
Sobre el suelo sin empedrar, los cadáveres no lloran.
Sólo lloran las que sobreviven y su presente es el pasado lacerando cada día.
Fueron dueñas de su llanto y de su sangre.
Antes de que los moros y los legionarios entraran a saco en sus entrañas
se arrancaron de cuajo la vida.
Huyeron muchas pero otras muchas se quedaron
en sus casas proletarias,
en sus humildes alcobas,
con sus cucharas vacías y las ventanas cerradas.
A oscuras para que no se viera la vida
porque la crueldad husmeaba cada una de las rendijas.
Se quedaron en sus casas respirando en voz muy baja
porque ebrios de patria y de victorias querían también el triunfo de reventarlas.
Se quedaron en sus casas, no huyeron,
pensaron que la mala suerte quizá las esquivaría
pero la suerte nada sabe de vísceras y de lascivia.
Los vieron entrar en sus portales,
escucharon pasos acercándose con prisa,
el aliento se detuvo,
la guerra se ensañaría con sus pechos y sus vaginas
y, antes muertas que violadas,
se tiraron por la ventana.
Un instante, eso fue todo,
Un instante.
Sobre el suelo sin empedrar, los cadáveres no lloran.
Sólo lloran las que sobreviven y su presente es el pasado lacerando cada día.
Fueron dueñas de su llanto y de su sangre.
Antes de que los moros y los legionarios entraran a saco en sus entrañas
se arrancaron de cuajo la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario