Matilde Landa prefirió la muerte. La
dictadura franquista ofreció a la dirigente comunista mejoras en la
alimentación de los hijos de las presas del penal de Mallorca a cambio de su
bautismo y conversión al catolicismo. Matilde eligió sus principios. El 26 de
septiembre de 1942, día que estaba prevista la ceremonia de bautismo, Landa se
precipitó por la terraza hacia el patio interior de la prisión. Se suicidó. En
los 45 minutos que duró la agonía de Landa, completamente inconsciente, las
autoridades eclesiásticas de Illes Balears aprovecharon para bautizarla en
articulo mortis.
Podías
haberte quedado mirando a los tristes niños en harapos.
Podías haber
elegido el único paisaje de los libros y vivir el espejismo de una vida acomodada.
Podías haber
sido sólo una mujer de tu época,
pero tomaste
otro destino,
te hundiste
en el fango hasta el tuétano y en aquella ciénaga de odio sobrevivió tu
dignidad inmutable.
Porque
luchaste más allá de la esperanza,
más allá de
la derrota, más allá de lo posible,
para
dejarnos el legado de tu resistencia en un mundo de mansedumbres.
Porque el verdadero
peligro estaba en no hacer nada,
en ver pasar
las horas,
en quedarse
muda y quieta.
Te pusiste
manos a la obra para multiplicar panes y peces,
para curar
gangrenas de pólvora,
para atravesar
mares de azufre con tu bandera roja.
Quisieron doblegarte,
pero llegaron tarde.
No claudica
una mujer ante dios ni sus secuaces si esto pone en riesgo los ideales.
Quisieron
bautizarte y tu escupías a las cruces pensando en el pueblo que, por laico,
hicieron mártir.
Porque no
pudiste ceder ante el chantaje de calostro para los niños a cambio de tu
bautismo.
Se precipitó
tu cuerpo hereje sobre el suelo de la cárcel y agonizaste lo suficiente para
saber que te ungieron a la fuerza
con el agua humillante
de una religión que mató en serie sin temblarle el cáliz con la sangre.
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