Puede parecerles un atrevimiento que hable sobre Siria
porque simplemente soy poeta y ya están los estudiosos, los analistas y los teóricos
pa darnos clases magistrales sobre esto.
Sucede que casi todo lo que nos cuentan se nutre de criminal mala leche.
Sucede que todos estamos de acuerdo y nos ponemos orgullosos
al afirmar nuestro antiimperialismo en Chile, en Nicaragua, en Cuba o Venezuela,
pero ese antiimperialismo se evapora ahora que hace falta en Siria.
Callan los más furibundos o hablan como cotorras pa decir que ni lo uno
ni lo otro.
Verán, yo sé muy pocas cosas, las justas pa defender mis
ideas. Pero sé que el imperio y sus secuaces desean doblegar a Siria.
Sé que no es nuevo esto de fabricar guerras, de masacrar, de
buscar aliados sanguinarios, de apoderarse de las riquezas ajenas por cojones.
Sé que las excusas que usan son avaladas por los
escribidores, por los mercenarios de la pluma y el micrófono, por los intelectuales
que se llaman a sí mismo neutrales.
Creo que la izquierda anda errática, cobarde, pusilánime, cómplice.
Creo que el imperio ha conseguido poner de su lado a quienes
antes señalaban la sangre que goteaba de su bandera.
La coartada es que los que gobiernan en Siria no son buenos.
Pero, aunque fuera cierto, ¿qué tiene que ver esto pa
legitimar la barbarie del imperio sobre este pueblo?
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