Todos, alguna vez, volvemos de una guerra.
La guerra en la que se convierte el amor,
la guerra en la que se transforma la vida,
la guerra con sus mil caras violentas o de desidia.
Volver de cada una de estas batallas,
regresar a la casa derruida,
remendar los andrajos cuando te sientes derrotado,
cuando el dolor está bien clavado, es amargo.
No merecemos tanto disparo a bocajarro.
Vivimos a la intemperie
y caen la pólvora y el fuego
como cae la lluvia,
sin permiso.
Todos, alguna vez,
volvemos de una guerra,
la guerra del amor,
la de la vida,
la de las mis caras violentas o de desidia,
pero no morimos,
sólo van quedando pedazos
de corazón en el camino.
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