La Desbandá: Cuando llegaron al río Guadalfeo,
que tenían que cruzar para llegar a Motril, primera parada casi segura que
intuían en su éxodo; se encuentran con el puente destruido y el río muy
crecido, debido a las lluvias de los días anteriores. Fueron muchas las personas
que se dieron la vuelta de regreso, ante la imposibilidad de cruzar el río. De
las personas que lo cruzaron, muchas de ellas fueron arrastradas por las aguas
hacia el mar, pereciendo en el intento.
La lluvia de otros días también fue sumisa al fascismo.
Cayó torrencial y maldita.
Y el agua fue creciendo en el río como crece el odio en el fusil
y en el sable.
Y daba miedo el cauce porque demasiados espectros esperaban
su ración de huesos.
Y daba miedo quedarse quietos porque demasiados aviones y
barcos vaciaban sus tripas de fuego.
Y daba miedo desandar los pasos y volver al inicio donde
rebanaban los cuellos.
Sólo quedaba la orilla lejana donde quizá estuvieran los
suyos para darles el pan y el abrazo.
Así familias completas se lanzaron al agua a bracear con
sus hijos atados con cuerdas,
así intentaron cruzar, pero la corriente bebió aquel elixir
de náufragos
y desaparecieron tan rápido que no dio tiempo a que gritaran
sus nombres para saber quiénes eran.
Ellos sólo querían secarse en Ítaca para continuar el viaje,
y el río se cobró al contado ciento de vidas como peaje.
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