Durante la Guerra de España Hazen Sise fue la mano derecha de Norman Bethune en el
Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre. Todas las fotografías que se
conocen de una de las peores masacres conocida popularmente como ‘la Desbandá’,
son suyas.
Sin la solemnidad de las despedidas,
sin cerrar sus casas a cal y canto,
dejando sobre la mesa la comida tibia
y la rutina de tiempos de paz esparcida por el patio,
huyeron.
Con los niños temerosos agarrados a sus faldas,
con los viejos lentos y su dolor perpetuo,
cargando el peso desquiciado de quien tiene que sobrevivir a
pesar de la metralla,
huyeron.
En invierno, hambrientos, enfermos, descalzos, heridos.
En invierno, desarmados.
En invierno, en una procesión sin dioses y sin milagros,
para morir bajo un cielo atestado de diablos,
huyeron.
Nadie puede negar que aquel camino fue la tumba de miles.
Aunque mueran los testigos de aquel infierno,
aunque sus gargantas callen sepultadas con sus recuerdos,
aunque los hijos de los hijos desprecien el dolor que
sintieron.
Aunque limpien la historia con relatos falaces quedarán para
siempre
un puñado de imágenes tristes
de una multitud triste y derrotada que camina en vigilia
hacia el cadalso fascista.
Quedarán para siempre esas imágenes
como prueba irrefutable de su barbarie.
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