Una y otra vez me veo escribiendo sobre la libertad de
expresión o mejor, sobre la desaparecida libertad de expresión.
Llevo décadas aullando sobre lo mismo y no vamos a mejor.
Desde los tiempos en los que se nos prohibió exhibir
fotografías de los presos hasta hoy ha habido decenas de detenidos, imputados,
incluso exiliados.
Todos siempre del mismo lado. Independentistas, anarquistas,
raperos, escritores, artistas, periodistas, activistas….
Gente que no quiere callarse, que entiende como un deber
alzar la voz y no achicarse.
Los titiriteros
pasaron horas en el talego por apología del terrorismo, un payaso se sentará en
el banquillo porque imitó cómicamente a un policía, un actor ha sido denunciado
por blasfemar o algo parecido, se prohíbe la exposición de cuadros, se
persiguen las canciones, algunos libros, muchos tuits, hasta el color amarillo
en la ropa despierta sospechas.
Y por si esto fuera poco ahora van y denuncian también a
Evaristo.
Un tipo que lleva toda una vida cagándose en la democracia,
un tipo que aún puede volar porque canta lo que le sale de los cojones. Como
debe ser.
Esto daría risa si fuera ficción, pero es nuestra realidad.
Y en esta tragedia que hoy es España, se envalentonan el
tricornio, la cruz y la mordaza. El señorito, el obispo, los cortesanos ordenan
que se alimente la hoguera.
Si siguen así las cosas hasta los grabados de Goya serán censurados
por incitar al odio contra dios o contra el sistema.
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