Yo no digo
cosas hermosas en mis poemas.
Si mis niños
ríen lo hacen en ratos demasiado fugaces,
si mis
viejos comen, lo hacen en sueños interrumpidos bajo la escasez de mantas,
si mis
mujeres cantan, lo hacen en voz muy baja, acurrucadas en rincones de amenaza.
Yo no digo
cosas modernas en mis poemas.
No hablo de
lo que follo ni de mi coño,
no hablo en
inglés, ni en mexicano,
ni siquiera las
drogas me arrancan los dientes y me ponen a vomitar
en mañanas
delirantes donde escasea la magia.
No soy una
poeta moderna.
Mis palabras
están anudadas al mundo que vive de noche
por la
codicia insomne de los dueños de las lámparas.
Mis poemas
son tan antiguos como antiguo es morir sin pan y sin agua,
como antigua
es la ira de los que no tienen nada,
como antiguo
es el eco donde la voz se multiplica solitaria.
Mis palabras
son viejas, arrastran su cuerpo entre los versos,
cansadas de
morir por las mismas causas,
cansadas de
aullar por la misma rabia,
cansadas de
deletrear la misma impotencia
como si no
sirvieran
y los poetas
de antaño ya las hubieran usado
fracasando
en el intento de cambiar el hambre por semillas,
el llanto
por canciones,
el plomo por
amor sin reverencias.
No soy una
poeta moderna,
mis poemas
vienen de tiempos pretéritos.
Voy con el
verso al descubierto
entre las
sobras de la vida.
Tus poemas llegan al alma. Un abrazo
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