lunes, 8 de agosto de 2016
Brigadas internacionales
No quisieron quedarse con los brazos caídos mientras anochecía
en un pueblo que empeño su amanecer y salió vencido.
No quisieron dejar crecer sus raíces hasta morirse.
Vinieron a los hechos consumados,
a la sangre y a los piojos,
a quedarse con muñones,
a reventar su futuro con recuerdos que quemaron toda una vida.
Toda.
Vinieron para dejarnos su trabajosa solidaridad,
su ternura,
su bárbara empatía.
Vinieron porque los paredones se multiplicaban,
porque las infancias se perdían entre el miedo y el hambre.
Y el miedo y el miedo.
Y el hambre.
Vinieron porque no podían quedarse quietos
mientras aquí el odio arrinconaba a la justicia
y la muerte era a veces un respiro
y la dignidad quedaba a solas,
de espaldas a un mundo que ignorante lo llamaba guerra fratricida.
Vinieron y se hizo babel en las trincheras,
y se hizo babel entre los heridos
y se hizo babel porque quisieron
defender un sueño.
Sólo eso.
Casi sin nombre, casi sin origen,
sólo su cuerpo,
sólo su canto libre,
sólo su amanecer dolido en la oscuridad de una patria que murió aquellos años
de brutal felonía.
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