Soy una mujer corriente y
tengo la insana costumbre de sentarme en el sofá y encender el televisor.
Al instante empiezo a sentir como si a
mi mente le hubieran declarado la
guerra; me bombardean por todos los flancos con imágenes estremecedoras, me
cuentan relatos espeluznantes, me muestran mapas, libros, razones y banderas.
Me explican con todo detalle quienes son los malos y por
què es urgente neutralizarlos.
A todos, porque entre ellos, mezclados, están los peores, los
que se colocan el cinturón de metralla, los que degüellan frente a la pantalla,
los que toman droga y disparan a todo el que se mueva.
Son mis enemigos entonces, los culpables de las masacres,
pero sólo de las masacres que suceden en Occidente, las demás qué y a quién importan.
Quieren vengarse, por eso matan.
Quieren someternos, por eso matan.
Quieren que todas las mujeres nos tapemos la cara, por
eso matan.
Quieren imponernos un diosito que lleva turbante y barba,
por eso matan.
Después salgo a la calle
y veo personas similares a las que me mostraron, igual vestidas, igual
de escurridizas, hablan igual de raro y se arrodillan cinco veces pa rezar
mirando hacia un mismo lado,. Tienen muchos hijos. Viven de prestado, llenan
los barrios de ruido, de esencias, de cantos raros.
Les miro sin parpadear por si alguno de ellos hace un
gesto extraño y volamos.
Ojalá se vayan todos.
Regreso a casa, me siento enfrente del televisor y escucho
que Francia ataca a Siria de nuevo.
No me extraña, pienso, son muy malos.
Francia debe matarlos.
Francia debe cerrar sus fronteras a cal y canto, expulsar
a todo el que pueda, detener a los más jóvenes, porque son los más sospechosos,
iniciar una cacería donde no hay jungla si no ciudades luminosas y asfalto.
¡Ay, Francia, cómo defiendes tu patria ¡
¡Ay EEUU, cómo apoyas a quienes sufren las consecuencias del
terrorismo islámico¡.
Qué suerte tener al imperio sobrevolando también nuestro
espacio aéreo.
Se ha hecho tarde, me voy a la cama, dormiré plácidamente
porque sé que aunque me vigilen de día y de noche, aunque me detengan por
estornudar o por gritar verdades al aire,
lo hacen para protegernos de ese enemigo
que está en todos los lados
Y ya no me importan esos seres humanos que se agarran a
la valla tan desesperados, no quiero que vengan, muchos vienen a matarnos.
Y quiero que echen a todos, no me gusta que sus hijos se
mezclen con los míos, no me gustan esas madres que llevan pañuelos en la cabeza
y visten de largo.
No me gusta que hablen su idioma porque seguro están
conspirando para atacarnos.
No me gustan, no.
Los veo todos los
días detrás de la pantalla, unos en Bélgica, otros en Paris, bien diseminados.
Qué bien que controlen las calles, qué suerte estar
vigilados, qué bueno es saber que
detendrán a todo aquel que les parezca raro.
Qué patrias tan grandes, que guerras tan justas, castigan
a los malos y los buenos, tan buenos, se
unen pa derrotarlos.
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