Viñeta de Kalvellido
Es casi una costumbre vivir en medio del espanto.
Caminar entre andrajos, ver a niños hambrientos, conocer de
primera mano a viejos abandonados a la mala suerte de su dolor, recibir ostias
a mansalva de las jaurías, saber que se desahucian familias completas, conocidos
trabajando como esclavos, jóvenes huyendo en estampida hacia tierra tierras que
ni los esperan ni los desean.
Detenciones.
Detenciones
Detenciones.
Torturas en aumento progresivo.
Fascismo que aumenta al mismo ritmo que aumenta el miedo íntimo
a desandar el tiempo y volver al principio cuando la ley y el orden eran patíbulos,
cunetas, paredones.
Y digo que es casi una costumbre abrir los ojos y que la realidad
te abofetee con tanta pobreza en cada esquina, con tanta desesperación e
impotencia, con tanta gente queriendo deshacer el nudo de la impunidad que nos
asfixia.
Y es casi una costumbre vivir al límite del o humano,
Vivir sin justicia por ningún lado.
Vivir con la sospecha de que la brecha que se ha abierto
entre nosotros y los amos es una eternidad que durará hasta que reviente la ira
de los hambreados.
La humanidad no puede acostumbrarse a cada uno de estos
espantos, a este orden que nos imponen de silencio sin pan y sin salario, de silencio
sin ideas ni soberanías. De silencio a manos llenas cuando nos morimos de cárcel
o de pena o de plomo o de barbarie.
Y es esto lo que me preocupa que nunca llega la furia que
amedrenta.
La que asusta a tanto asesino en serie.
La rabia desatada de tanto pueblo emputecido hasta las lágrimas.
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