viernes, 21 de mayo de 2010
Las palabras no caducan
Somos valedores de tres palabras que han atravesado la historia. A lo largo de los siglos han muerto y ha habido que resucitarlas, rescatarlas de las manos sucias que siempre las emponzoñan.
Justicia, paz, libertad. Tres palabras sencillas que ponen en jaque una y otra vez cualquier sistema de explotación. Su sola presencia en nuestras voces altera el orden, lo hace temblar, descompone los cimientos levantados a golpe de cadenas, de sangre y de silencio.
Convierte el sistema depredador, aniquilador, en vulnerable.
Por esto creo que hay un intento nada sutil por intoxicar estos términos, por confundir, por desprestigiar a todo aquel que los utiliza, que los lleva en el corazón o como bandera tratando así de subvertir la prioridad de su existencia. Pretensión inútil.
Llegan tarde, nosotros ya hemos partido, caminamos con la firmeza que nos da saber que están cerca.
Caminamos alerta, desoyendo los cantos de sirena, sabemos que nos acechan por llevar estas palabras sencillas en nuestras protestas.
Ellas caminan junto a nosotros, de la mano, caminan las tres como una sola, a un mismo paso, con una sola voz, con un único canto.
Insisten por los siglos de los siglos, resisten, por los siglos de los siglos.
Y no se les derrumban los ojos.
Y no aceptan las sobras de la vida.
Y recogen del camino todos los ayes, todos los golpes, todos los cadáveres porque saben que un día dejarán de silbar los cuchillos, dejará de rugir el hambre y entonces, ellas, que murieron y nacieron tantas veces en la historia, alzarán el puño, nos mirarán de frente, y cantaràn con su voz única el canto de las que ya no mueren.
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Ojala esa cópula que intentan impedir entre la libertad y la justicia, se produzca dando a luz el amor en el mundo, desterrando el odio, otorgándonos la paz y la palabra.
ResponderEliminarAbrazos.