Carmela Tejero Plaza, superviviente de La Desbandá. Tenía nueve años.
Es la noche la que pone a andar tu memoria para que salgan
de las tinieblas
los recuerdos de aquella edad temprana donde se mataron demasiadas
infancias.
Es la noche y es el amanecer y es cada paso que das y cada
estrella que miras
y es cada hora que te lleva con su tic tac perverso una y
otra vez al infierno.
Porque no has podido vivir ni un segundo lejos de tu niñez
devastada,
ni un segundo, nada.
Por todas partes te ha seguido el grito inacabable de
aquellos días,
Porque apretaste el corazón tanto que se quedó encogido y
desde entonces te lastima.
Porque viste morir de balde, porque tocaste las heridas,
porque bajo los cuerpos amontonados agonizaban tus seres más queridos.
Porque nunca terminaba el dolor, nunca terminaba el daño que
hacían los fascistas,
nunca estabas a salvo y sólo eras una criatura que huía.
Carmela hoy niegan el rastro de odio que dejaron,
ningunean los cuerpos acribillados,
ensucian la tierra donde miles de desaparecidos se amontonan
sin nombre
y después se ponen
cara al sol para hacer sombra a la verdad de sus crímenes.
Piensan que pueden escupir el rostro de cada víctima,
que pueden azotar nuestra memoria con el látigo de su
democracia ficticia,
creen que vamos a cederles el paso para que avance el olvido,
para que tu palabra se haga inaudible y nuevas infancias
pasen por lo mismo.
Pero aún estamos con los oídos limpios,
no bajes la voz, Carmela,
que no sean en vano
aquellos años
de holocausto y ruina con los que te obligaron a estrenar la
vida.
Que no sean en vano.
Que no sean.
Aún estamos con los oídos limpios.
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