Por suerte yo no soy una intelectual.
De serlo, ahora mismo estaría avergonzada de este ejército de
ilustrados que ha salido en defensa de la unidad de España, que, además, se
llaman de izquierda y que además afirman estar en primera línea denunciando los
horrores que hoy en todos los rincones de su amada patria se sufre.
Yo, disculpen si me equivoco, no he visto sus nombres
escritos en los manifiestos contra la tortura, tampoco he visto sus firmas
cuando hace ya bastantes años se comenzó con el cierre de medios de comunicación
aquí en EH, ni cuando las detenciones a periodistas, ni a sindicalistas, ni
siquiera he visto sus nombres ahora cuando el encarcelamiento de los jóvenes de
Altsasu.
Tampoco veo a los ilustrados diciendo nada sobre la ola
represiva que se acerca nada tímida a Cataluña.
Les duele que los límites de su patria se puedan ver alterados
pero no quieren ser confundidos con los fascistas.
Llaman a no votar y a renglón seguido hablan de democracia.
Los intelectuales comprometidos tienen todo mi respeto, los
que se han arriesgado y arriesgan trabajo, casa, vida.
Son faros que alumbran esta oscuridad donde nos golpean democráticamente.
Pero estas ilustres personalidades que se presentan a sí
mismos como luchadores incombustibles y no se les ha visto en ninguna batalla
pues qué quieren que les diga, a mí me parecen rentistas.
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