Las poetas no deberíamos intentar explicar el mundo más allá
de nuestros asuntos de corazón, pero no soy poeta al uso, yo también camino con
dificultad entre el fango.
Estos días parece que la corrupción está ahogándonos, la
podredumbre sale a la luz con todas sus tinieblas, los ladrones avalados por
las urnas se pasean por los tribunales y la gente, encolerizada, intenta salir
del shock para exigir pulcritud y decencia.
Mientras esto sucede, nos vigilan más de cerca, nos
acorralan con leyes, nos dicen suave o toscamente que esto seguirá así por los
siglos de los siglos. Es la democracia.
Con la finura de los reyes o la patanería del concejal de
pueblo la rapiña continuará.
Nosotros, la gente sencilla y trabajadora, aún no queremos
darnos cuenta de que por las buenas esto no cambiará, quizá algunos vayan a la cárcel,
igual algunos paguen con humillación su ladroneo y prepotencia, quizá algunos se
retiren antes de empezar a corromperse, pero lo cierto es que una vez apagado
el foco que alumbra a unos cuantos sinvergüenzas el sistema será capaz de
regenerarse pa poder seguir mangando.
De eso trata esta democracia.
Banqueros, empresarios… gentuza que lo quiere todo: salud, educación,
fuerza de trabajo, materias primas… su dinero lo compra todo: voluntades,
ideas, principios, coherencia.
Desengañémonos, los pilares del sistema no tiemblan, aunque
lo parezca.
La solución no está en oxigenar una democracia que se nutre
del capitalismo más genocida.
Nuestro verdadero problema es el capitalismo.
Dentro de él, respirando desde su entraña, todo cambiará
para volver a ser lo mismo.
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